Una ruta que es a la vez la constatación de la sabiduría arquitectónica de los Incas, un trekking espléndido y una experiencia invalorable de contacto con la naturaleza, permite retomar la lógica con que los constructores de Machu Pichu idearon su simbología original. Es el Camino Inca a Machu Picchu, un tramo de 43 kilómetros que forma parte de los más de 23 mil que conforman el gran Qapaq Ã'an.
Cuando la ciudad de Machu Picchu, hacia los años cincuenta del siglo XX, pasa ante el mundo a convertirse en el ícono de la cultura Inca y en uno de los atractivos turísticos más importantes del planeta, se crea un símbolo a la vez que se rompe una lógica fundamental. Las exigencias de tiempo y dinero del turista -no ya del aventurero que hasta ese entonces viajaba para descubrir - obligaron al mercado a crear una manera de llegar a Machu Picchu y un circuito o programa para recorrerla. Una estadía de algunas horas entre sus muros de piedra y sus panorámicas alucinadas, no justificaba sino un hermoso viaje en tren y una veloz subida en minibús. Así fue que se definió el ingreso a Machu Picchu y así quedó fijado para la gran mayoría de visitantes que ésta recibe, una suma que bordea los trescientos mil turistas por año. Y se calcula que desde su puesta en valor ha recibido siete millones de visitantes.
Hasta allí, la historia somera del nuevo símbolo del Perú. Su rápida difusión produce, sin embargo, un quiebre, una fractura con la lógica, con la Historia y con la secuencia cultural que los creadores de Machu Picchu -los Incas- habían establecido como inherente a su ciudad sagrada. Esa secuencia era una manera de llegar, que no bordeaba las orillas del Urubamba (como hoy lo hace el tren) ni subía desde un Aguascalientes impensable, sino que obligaba al caminante a recorrer con gran esfuerzo una ruta hecha de granito y cuarzo, en la que iba encontrando a su paso construcciones destinadas a fines diversos (hospedaje, cultivos, meditación, culto, vigilancia), plantas y animales viviendo en la misma naturaleza que los genera y los acoge; climas de una diversidad casi absoluta, paisajes sobrecogedores, cielos y fenómenos atmosféricos capaces de hacer sentir al hombre su pequeñez y su dependencia y al final, el espectáculo mágico e imborrable de Machu Picchu vista desde lo alto, recortada contra el cielo, quieta como un reino de cultura integrado a otro natural. Es decir, una visión holística, cósmica del camino, el destino y el entorno.
Llegar a Machu Picchu luego de haber recorrido el Camino Inca, no tiene punto de comparación con subir por esa suerte de cicatriz que es la carretera de ascenso desde Aguascalientes. Dan fe de ello los 70 mil viajeros que año a año caminan los 43 kilómetros que separan Qoriwairachina de la ciudad sagrada, y que con los pies ampollados y el aliento entrecortado, sienten que más que por una experiencia de turismo, han pasado por un viaje existencial. Sin temor a la exageración.
LAS DISTANCIAS
Mientras se camina pisando bloques de piedra puestos con la exactitud que sólo un dominio magistral de la ergonometría puede dar, con la montaña de un lado y del otro, abras de más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, quebradas hondísimas o helechos gigantescos que únicamente crecen en un habitat como el de la Amazonía del Ecuador, lo primero que se piensa es en la distancia; pero no en la que une los puntos que se van descubriendo sino en el abismo que media entre esa parte del país y el promedio de la cultura peruana, en la que este Camino Inca apenas parece registrado. De los 70 mil caminantes que anualmente lo recorren, sólo el 17% son peruanos; el resto, gente sensible y culta del mundo entero dispuesta a embarcarse en uno de los trekking más espectaculares de la Tierra, donde la intensidad física del esfuerzo se trama con una multiplicidad de sensaciones que dan una dimensión muy peculiar a la información cultural que también transmite el camino.
Estas cifras no se explican únicamente por el factor precio; hay que entenderlas por el lado de la ignorancia y desvalorización de nuestros mejores recursos. Que el peruano sí viaja, lo deben demostrar los registros de ingreso a Miami. En cambio, los libros del Camino Inca dan números muy pobres. A la pregunta, entonces, del 'por qué', al caminante le sigue otra: ¿será que no tenemos idea de lo que es el Camino Inca, hasta que venimos?
Official Website: http://www.trilhainka.com.br
Added by trilhainka1 on April 20, 2010